"Era Encarnación Guillén la vieja , , y que se pudiera imaginar. Por un fenómeno en las personas de sangre y salud, conservaba casi toda su dentadura, que no cesaba de mostrarse entre su labios y durante aquel charlar y sin fatiga. Su nariz , , y como una nuececita, no paraba un instante: tanto la movían los músculos de su cara , por el fregoteo de agua que se daba todas las mañanas. Sus ojos, que habían sido y , conservaban todavía un chispazo , como el fuego bailando sobre el osario. Su frente, surcada de rayas que se estiraban o se contraían conforme iban saliendo las frases de la boca, se guarnecía de guedejas . Con estos materiales se entretejía el peinado de esterilla que llevaron momias en el mundo, recogido a tirones y rematado en una especie de ovillo, a quien no se podría dar con propiedad el nombre de moño".
BENITO PÉREZ GALDÓS, "La desheredada"