dormía
.
, empujaba
que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que
, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que
envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos,
,
se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta
, otras hasta
, y había
que llegaba a un tercer piso, y
que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo.
La Regenta, Leopoldo Alas Clarín