Juan Ramón Jiménez

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (1881-1858)

Biografía:

Nace en Moguer, Huelva. En 1900 muere su padre. Este suceso produjo en él una profunda crisis física y mental. Ese mismo año se traslada a Madrid, donde reside desde entonces, salvo algunas temporadas en Francia y un viaje a Estados Unidos. En 1914 se instala en la Residencia de Estudiantes. En 1916 se casa con Zenobia Camprubí, quien colabora desde entonces en su obra y en sus traducciones. Desde muy joven se interesa por la literatura (esto es lo que le trae a Madrid, llamado por Rubén Darío y Villaespesa), participando activamente en la vida literaria madileña. Al estallar la Guerra Civil, marcha al exilio, viviendo desde entonces en Estados Unidos y varios países hispanoamericanos. En 1956 se le concede el Premio Nobel, cuando vive en Puerto Rico, donde muere dos años después.

Carácter:

Extremadamente sensible: sufre frecuentes crisis depresivas. Solitario y de carácter difícil, está plenamente dedicado a su obra literaria. Vive por y para la literatura. Obsesionado por conseguir la perfección y la belleza, revisaba y corregía continuamente los versos.

Características literarias:

Sobre todo se caracteriza por un ansia total de perfección y un absoluto subjetivismo, especialmente en sus últimos libros, más intelectuales y abstractos. Toda su poesía gira en torno al “yo” del poeta, al que llega a identificar con un dios, un creador que da sentido a la existencia. La poesía significa contemplación y creación: Mediante la contemplación se conoce el propio yo y la realidad que lo rodea, en la que se mueve el yo. Con la creación busca su realización como hombre y como poeta, facetas que en él se funden. Por consiguiente los dos temas centrales de su obra son el anhelo de conocimiento y el ansia de eternidad. Para él, la belleza es “la lucha inquieta, constante y atormentada del espíritu” para penetrar en lo desconocido, lo invisible e inefable. Puede estar en todo, porque “en todas partes hay vida y muerte”, en lo llamado bello o feo. Hay que conjugar instinto e inteligencia para hallar la verdad, la esencia, lo perdurable de las cosas. Ejerció una influencia decisiva en los poetas siguientes, permitiendo pasar del Modernismo, prácticamente agotado, a otros caminos de expresión, a la postre esplendorosos.

TRAYECTORIA POÉTICA

Habitualmente se distinguen dos épocas (modernista y de poesía pura), a la que se puede añadir otra más, la de plenitud o del exilio. El estilo modernista

Esta época comprende desde comienzo de siglo hasta 1917. Se caracteriza por el predominio de la musicalidad tenue, los colores esfumados y el sentimiento nostálgico. El tono es delicado, íntimo y los metros, sencillos (octosílabos, romances…). Casi toda la poesía de este momento está impregnada por un sentimiento de angustia ante la muerte o ante la existencia de una misteriosa realidad tras la apariencia de las cosas. En una segunda parte de esta época hace uso de un mayor lujo formal (endecasílabos y alejandrinos, imágenes sensoriales y adjetivaciones sorprendentes. Obras:

Primera época (1900-1907): Rimas (1902), Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904). Segunda época (1908-1917): La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Platero y yo (en prosa; es una emocionada elegía a un borriquillo, escrita en un estilo musical).

 

El segundo estilo

Se inicia con Diario de un poeta recién casado, en 1917. Se caracteriza por que los elementos decorativos modernistas dejan paso a una expresión sobria y desnuda que revela un superior esfuerzo intelectual. Ahora la realidad exterior, bellamente estilizada, existirá solo como mera imagen del mundo interior del poeta. En esta época, su preocupación es el constante perfeccionamiento del nuevo estilo. Igualmente, la inquietud dolorosa de sus primeros libros cede ante una jubilosa afirmación de la realidad eterna de las cosas y un anhelo de comunión con la esencia indestructible del mundo.Obras: Aparte de Diario…, Eternidades (1917), Piedra y cielo (1918), Belleza (1923).

Etapa del exilio o de plenitud

Se da a partir de 1936 y se caracteriza por el logro de la plena comunicación del poeta consigo mismo. Como consecuencia, el poeta celebra, de un modo casi místico, su identificación total con la poesía. Los versos, llenos de símbolos se hacen más trascendentales. El “dios deseado y deseante” del poeta es la poesía, y la unión con la divinidad supone la unión con la poesía, con la belleza. Lo divino es “conciencia única, justa, universal, de la belleza que está dentro de nosotros y fuera también y al mismo tiempo”. Sólo la Poesía y la Belleza pueden salvar al hombre de la muerte y proporcionarle momentos de eternidad. Obras: La estación total (1936), Espacio (en prosa), Animal de fondo, Dios deseado y deseante.

One Response to Juan Ramón Jiménez

  1. MARÍA ISABEL BUENDIA NOGUERA dice:

    Buenas tardes, Doctor. Quería preguntarle si además de Juan Ramón Jiménez más autores participaron de su empeño en usar sólo una letra cuando existen dos para representar el mismo sonido. La májica….si lo veo muy de Juan Ramón, pero ¿Todo el Modernismo pretendió lo mismo? Participó de esta idea Unamuno o Baroja? No me suena haber leído en Baroja «Las inquietudes de Santi Andía», por ejemplo, esta forma de escribir. O quizá es que haga mucho tiempo ya y no lo recuerdo. Gracias por su atención.

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