Cuando fuimos los mejores
El pasado fin de semana acudí con los alumnos de mi tutoría a una competición entre centros para dirimir qué equipos se alzaban con los títulos en los distintos deportes en los que habían competido a lo largo del año en las ligas internas: fútbol sala, baloncesto, unihockey, natación y deporte divertido. Mis alumnos se habían ganado el pase a estas Valleolimpiadas después de proclamarse campeones en las disciplinas de baloncesto y unihockey, y casi conseguirlo en la de fútbol sala. El balance no puede ser más satisfactorio, no tanto por las victorias finales (con las consabidas medallas de oro en ambos deportes), sino por la victoria humana que se llevan al asumir qué es el deporte escolar: valores, compañerismo, respeto, ilusión, esfuerzo, solidaridad… en eso sí que son realmente unos campeones. Y porque son los mejores en ese sentido (léase desde la subjetividad de un tutor orgulloso del trabajo de sus discípulos), va aquí el homenaje prometido. No son todos los que están, pero sí están todos los que son, porque de uno u otro modo, toda la clase acudió al aliento y ánimo de sus compañeros, tuviesen o no que competir, demostrando así la importancia del deporte como nexo de unión entre iguales.
Agradecer asimismo el incansable aliento y ánimo que profesores, padres, familiares, amigos y compañeros de otras clases tuvieron para con los deportistas, a quienes dedicamos los triunfos y valores que se demostró a lo largo de toda la competición.